Las falacias en Filosofía
A menudo razonamos mal. «El gato negro ha cruzado la calle antes del accidente; es, por tanto, la causa del mismo.» «¡2+2 = 5 porque lo digo yo, hombre!.» «De toda la vida esto ha sido así, y punto.» Es difícil detectar estas formas de pensar, porque a menudo cuando alguien que nos cae bien las dice solemos bajar la guardia y fingir que no las hemos oído (¡y es un error, les digo a mis alumnos!). Por suerte, hay una asignatura que enseña cómo evitarlas (¡por fin una asignatura para pensar bien, para tener pensamiento crítico, al fin!). Los alumnos de bachillerato acaban sabiéndose estas formas incorrectas de pensar. ¿No es genial? Aprenden cómo se razona mal para, precisamente, empezar a razonar bien.
La clásica falacia es la falacia ad hominem. ¿Cuántas veces alguien nos ha criticado personalmente cuando incidimos en algún aspecto que a esa persona no le agrada? «No tienes razón, eres el hijo del presidente, no eres quién para hablar.» Cambiar de tema, atacando al hablante, en lugar de a sus ideas, es una frecuente falacia de este tipo. Es desviar la atención del razonamiento real (si la ley es adecuada para solventar el problema en cuestión, si algo es moral o inmoral, si el proyecto realmente funcionará, etc.) a lo anecdótico (cómo eres, cómo hablas, a quién me recuerdas, qué opinaste sobre otros temas, etc.)
Otra falacia clásica es la falacia naturalista. «Esta ley lleva vigente veinte años. Por tanto, es una buena ley». ¡Qué error creer que lo habitual, lo socialmente bien visto, es obviamente bueno! Ojo: esta falacia no es un ataque a las costumbres, como algunos alumnos ven. Es decir, también sería incorrecto asumir que la juventud de una ley (su novedad), por ser precisamente joven, es sinónimo de tener una buena ley: «Esta ley lleva vigente dos días (acaban de legislarla con mucho ajetreo en el Congreso de los Diputados). Por tanto, es una buena ley». Algo socialmente bien visto desde hace mucho tiempo o poco no es necesariamente bueno o malo. ¡Qué complicado es argumentar, profe!
Me gustaría terminar con la falacia de afirmación del consecuente. «Si María estudia, entonces aprobará el examen. María aprobó el examen. Por tanto, María estudió.» ¿De verdad estamos seguros de que María estudió? ¿No podría resultar que María tuviera la suerte de que el profesor confundiera su examen con el de Ismael, otro alumno? ¿Y si María diera al hambriento profesor de Filosofía un paquete de salchichón durante la prueba garantizándose el aprobado? ¡No podemos estar seguros! Las consecuencias no implican las causas, queridos, les digo a mis alumnos.
Un extraordinario beneficio de enseñar Filosofía es que los alumnos en ocasiones se corrigen entre ellos una vez han aprendido qué son las falacias, y ¡hasta al docente! Me he dado cuenta de que nuestros estudiantes empiezan a tomarse en serio el razonar bien, no solo rápidamente, y se dan cuenta de que pensar bien, pensar limpiamente, vale la pena, y sorprenden cómo se mueven las discusiones una vez se toman las suficientes precauciones anti-falacias. ¡Se podría decir que se convierten en pequeños Platón, Aristóteles o Wittgenstein! Espero que os sirva esta pequeña introducción al mundo del razonamiento (y al mundo de la Filosofía).
Autor
Guillermo Martín
Guillermo Martín es profesor de Filosofía de un IES de la Comunidad de Madrid. Impartió clases en el Nuevo Velázquez entre 2019 y 2024.
Tu publicación, Guillermo, me parece muy oportuna, en un mundo en el que cada vez hay más información, con la que, en la mayoría de los casos, se trata de establecer una corriente de opinión, resulta fundamental aprender a pensar de forma crítica, para poder detectar aquellos matices, en forma de falacias, que tratan de influirnos; por este motivo, la asignatura de filosofía, más que nunca, es esencial para el desarollo de los alumnos.
No podemos estar más de acuerdo con tu comentario, Zulaika, complementa a las mil maravillas el texto de Guillermo. Muchas gracias por tu aportación y un fuerte abrazo.
Hola Guillermo.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Es imprescindible que exista una asignatura que enseñe a los chicos a pararse unos instantes y a pensar por sí mismos, antes de tomar cualquier decisión, en lugar de dejarse llevar por lo que piensa el resto. En un mundo en el que priman la inmediatez y las prisas por encima de todo, lo primero que sale espontáneamente es sumarse a la masa y seguir corriendo. Y esto no debe ser así. Afortunadamente, la filosofía y los filósofos como tú frenan esta tendencia. Muchas gracias.
¡Qué bien que sigas teniendo contacto con el colegio! Será que el Nuevo Velázquez deja huella.
Un abrazo
¡Muchas gracias por tun comentario, Silvia! Así es, nada menos que una asignatura que enseñe a pensar… Muchas veces se desprecia la Filosofía y es un tremendo error. ¡Fuerte abrazo!
Buen artículo sobre Falacias, me ha encantado
Gracias, amigo. ¡Abrazo grande!
¡Estupendo artículo Guillermo!
En estos tiempos tan inmediatos y superficiales, donde se da tanta importancia a lo exterior y no nos paramos a pensar en el contenido del mensaje, es vital que aprendamos a pensar y razonar por nosotros mismos, sin importarnos la opinión de los demás…
¡Muchas gracias!
Gracias por tu comentario, Susana, no podemos estar más de acuerdo con lo que dices. Pararse a pensar en las causas y consecuencias de las cosas es imprescindible. ¡Un fuerte abrazo!