Mucho trabajo y refuerzo positivo, esa es la fórmula
Hace unos días, en el metro, escuché hablar a dos madres sobre un niño que tenía dificultades de aprendizaje y la historia me pareció tan bonita, que la he escrito a modo de cuento para compartirla con vosotros. Espero que os guste.
Tomás era un niño de 6 años que estaba deseando aprender a escribir. Disfrutaba mucho haciendo caligrafía, a pesar de que alguna letra se le resistía y no lograba que le saliera bien del todo. Sus compañeros de clase ya sabían escribir perfectamente el abecedario entero e incluso unos pocos, los más espabilados, leían de corrido.
Pero ese no era el caso de Tomás, desde luego que no. Tomás se pasaba horas y horas haciendo páginas y páginas de caligrafía: una, dos, tres, cuatro, cinco… ¡hasta seis páginas enteras, todos los días! Nunca tiraba la toalla, pero a pesar de su esfuerzo y paciencia había una letra que jamás de los jamases le salía bien: la o, la dichosa letra o.
¡Y mira que el niño se empeñaba en repetir la o una y mil veces! Pues una y mil veces que la o se le salía de la doble rayita donde debía ir encajonada: o se le escapaba por arriba o se le escurría por abajo. En ocasiones, Tomás sacaba la lengua de lo concentrado que estaba y con mucho cuidadito por fin lograba colocar el boli entre la doble raya… Pero entonces se relajaba, descuidaba el trazo y se ponía a escribir tan finito tan finito que acababa convirtiendo la letra más voluminosa del abecedario en una escuálida i… ¡Tremenda la letra o!
Como todos los viernes, Ángel, el tutor de Primero de Primaria, pidió a sus alumnos que le entregaran los deberes de caligrafía de toda la semana y Tomás, obediente y colaborador, le entregó el suyo.
Ya en su casa, Ángel comenzó a corregir los cuadernos. Todos estaban bastante aceptables y la media en general era buena… ¡Hasta que llegó al cuaderno de Tomás! ¡Qué desazón! Páginas y páginas escritas de arriba a abajo en las que no había ni una sola letra o en condiciones: unas oes estaban aplastadas, otras tenían picos y parecían cuadrados… Había alguna o que no era más que un punto gordo y emborronado, como si al niño se le hubiese caído un goterón de tinta en la hoja, y otras supuestas oes eran unos inexplicables agujeros en el papel, tal vez causados por apretar demasiado con el bolígrafo… O quizás por los nervios, o por la frustración, o por el agotamiento…
¿Cómo puede ser, después de tanta práctica?, se preguntaba el profesor descorazonado. Pero en lugar de enfadarse o ir tachando las oes que Tomás había escrito con tanto esmero, Ángel siguió buscando: página 11, página 15, página 20, página 23… ¡Eureka! En la página 27, de las 30 que Tomás había escrito esa semana, Ángel encontró una o modélica: redondita, oronda, derecha, rotunda… milimétricamente bien colocada entre las dos rayas. ¡Por fin! ¡Ahí estaba la recompensa!
El lunes, de vuelta a clase, Ángel fue repartiendo a sus alumnos los cuadernos corregidos: Álvaro, fenomenal; Lucas, muy bien; Luis, mejoras por días; Martín, eres la bomba… Y llegó el turno de Tomás…
– Ven que te abrace Tomás, estoy orgullosísimo de ti. ¡Lo has conseguido!
– ¿Sí?, contestó incrédulo el niño.
– ¡Pues claro! ¿Qué pensabas? Mira, por fin has aprendido a hacer la letra o. En la página 27, en el renglón 3, has hecho una o perfecta y así es como deberás escribirla siempre a partir de ahora. Olvídate de todas las oes que has hecho en tu vida y fíjate solo en la que yo te he resaltado. ¡Eres un crack, no hay letra que pueda contigo!
Tomás regresó a su asiento feliz, clavando sus ojos abiertos como platos en la o del renglón 3, de la página 27, que su profe le había destacado con la palabra ¡enhorabuena! escrita en rojo y con unas enormes letras mayúsculas. ¡No podía estar más pletórico!
Pasada la primera euforia, Tomás comenzó a hacer caligrafía otra vez, como todos los días… Lo que no podía imaginarse es que en esta ocasión las cosas iban a ser muy diferentes:
– Tomás, ya no necesitas seguir haciendo caligrafía. ¿No ves que desde el primer renglón de la primera página has escrito perfectas todas las oes?, le dijo Ángel sonriente.
Y así fue como Tomás, gracias a su trabajo constante y al buen hacer de su profesor, que era un “ángel” caído del cielo, alcanzó el ritmo de sus compañeros… ¡Todo llega!
Autora
Silvia Cándano
Silvia Cándano es madre de un alumno de Bachillerato, periodista y defensora de la escritura como método terapéutico porque «escribir te ayuda a expresar lo que a veces no puedes explicar hablando».
¡Qué historia tan bonita! Me ha emocionado Silvia…
Me ha hecho pensar en todos los «Ángel» que ha encontrado mi hija en su andadura académica… desgraciadamente no han sido muchos pero sí lo suficientemente importantes para que ella, hoy en día, crea que ES CAPAZ.
Un GRACIAS enorme a todos los «Ángel» y mi respeto más profundo por todos los «Tomás» que cada día se esfuerzan por lograr sus metas.
¡Gracias, Susana, por tu comentario y tu apoyo a «El blog del Nuevo Velázquez»! Es verdaderamente conmovedora y representativa la historia que nos cuenta Silvia. ¡Fuerte abrazo!
Es un cuento muy estimulante y lleno de esperanza para aquellas personas que tienen dificultades en el aprendizaje y qué alegría saber que hay esos «bastones» que nos encontramos a lo largo de la vida. Ojalá hubieran más especialmente cuando eres pequeño momento en el el que se necesita mucha buena orientación, apoyo y aotoconfianza. Enhorabuena
Ojalá, en efecto, hubiera algún punto de apoyo más para nuestros niños y niñas. En la mayoría de casos, con eso bastaría. ¡Gracias, Constanza!
Es verdad,¡qué importante es el refuerzo positivo!
Me ha encantado la historia y la manera de expresarlo.
¡Gracias, Ana! Muchísima gente se está sintiendo identificado con el relato. ¡Qué bien transmite Silvia las cosas! Un fuerte abrazo.
Muy inspirada, muy bien narrado, el cuento es capaz de atraer toda tú atención. Refuerzo positivo, que importante. ¡¡¡¡Enhorabuena por ser capaz de exteriorizar un pensamiento con tanta facilidad!!!!.
¡Gracias, José María! Te esperamos cada dos semanas en «El blog del Nuevo Velázquez». Un abrazo.
Enhorabuena, que bonito relato, que además muestra los avances que hacen l@s niñ@s cuando se les da lo que necesitan, que no es otra cosa que aceptación y cariño.
Saludos a tod@s
¡Muchas gracias por tu comentario y tu apoyo constante, María Jesús! ¡Un fuerte abrazo!
Un relato que deberían leer todos aquellos que se dediquen a la enseñanza, a todos los niveles. Me ha encantado.
Muchas gracias, Werner. Un fuerte abrazo.
Me ha encantado como ha captado Silvia algo tan cotidiano. Los profesores nunca deberían olvidar como tienen en su poder influir positivamente en el desarrollo del alumno. Enfocando la idea que tienen de si mismos y su propio esfuerzo. Gracias por recordarnos con esta bonita historia que debemos darle la importancia debida a los aciertos ya que gracias a esos intentos fallidos llegamos donde estamos.
¡Gracias por tu reflexión, Mar, totalmente de acuerdo!
Que bonito cuento Silvia, me ha hecho revivir todas esas veces que a mi hijo se le ha dicho que no era suficiente y que no podía hasta que encontramos una casita amarilla donde encontramos a muchos “Angel”y en ese momento todo cambió,su esfuerzo es recompensado y si algo no sale bien se trabaja para seguir adelante. Gracias a ellos nuestro cuento es muy parecido al de “Tomás “
La verdad es que es muy fácil sentirse identificado con el relato de Silvia, que es, verdaderamente, conmovedor. ¡Gracias, María Isabel!
Una maravillosa historia en la que el esfuerzo y la profesionalidad se unen para una gran recompensa.
Esfuerzo y profesionalidad son valores necesarios para cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje, desde luego. Un abrazo fuerte.
Un cuento precioso, que habla de implicación, oportunidades, sensibilidad y esperanza. Gracias, Silvia.
Gracias por tu comentario, María José. Un fuerte abrazo.
Que buen artículo Silvia 👏👏👏
¡¡Muchas gracias y un abrazo, Miguel!!
Que manera más bonita de expresar algo tan importante. Desde el colegio tenemos que trabajar para ganarnos la confianza de nuestros alumnos, una vez que lo consigues la mayor parte del trabajo está hecho.
Gracias Silvia por tu artículo.
Gracias por tu comentario, Javier, que, una vez más, da con la clave. ¡Fuerte abrazo!
Efectivamente el trabajo es de todos, primero el de los alumnos, viéndose al final recompensado su esfuerzo al sentirse capaces de hacer las mismas cosas que hacen otros y con confianza en ellos mismos. Detrás de este trabajo están los profesores, auténticos experimentados con el paso de los años y muchos cursos a sus espaldas, y no olvidemos a los padres los cuales deben aprender a desligar ese enorme lazo afectivo que supone acompañar y educar a sus propios hijos ( no son los hijos de los vecinos, ni los hijos de los compañeros de trabajo ), entre lo que significa estar con ellos ayudándoles o caer en la sobreprotección perjudicándoles, sin pretender hacerlo. Desde este punto de vista, a veces, nos gustaría estar en el papel del profesor, para así poder ser mas objetivo y poder reforzar positivamente a nuestros hijos de una forma mas clara.
¡¡¡ Como el refuerzo positivo del cuento ¡¡¡
¡Qué estupenda reflexión, Miguel Ángel, muchísimas gracias por compartirla en «El blog del Nuevo Velázquez! Un fuerte abrazo.
Que bonito cuento Silvia!!! Me ha encantado!!! Estos Ángeles se necesitan para que los chicos puedan avanzar y creer en ellos. En ello nos basamos en el colegio; ver sus logros por pequeños que sean para que confíen en sí mismos…
En eso estamos, claro que sí. ¡Fuerte abrazo, Ángela!
Enhorabuena, Silvia. Qué manera más bonita y sencilla de expresar algo que debería ser evidente pero que, sin embargo, es difícil de encontrar.
Muchas gracias por tus palabras, Mercedes. Un abrazo grande.
Me ha encantado el relato porque has descrito de una forma sencilla,ágil y clara, lo que a menudo se torna en nerviosismo, dificultad y, porqué no decirlo, en frustración. Ojalá fueran así todos los finales. Hay niños, cada vez más, que sufren «este trastorno» que no es tal. Sencillamente tienen una forma distinta de aprender. Hay muchísimos Tomases y pocos Ángeles. Necesitamos profesionales con vocación de servicio,y que sepan sacar lo mejor de sus alumnos. Estos niños y sus familias lo pasan realmente mal. Para mí son auténticos héroes, al igual que los poquísimos profesores que día a día fomentan su autoestima porque, no olvidemos que esta sociedad que busca la excelencia no sabe verla donde realmente está y eso puede arruinar la vida de estudiantes con mucho potencial. La sociedad juzga porque es ignorante. Por otro lado, hay poca información sobre el particular. Muchas gracias Silvia porque nos has dado la fórmula para conseguir lo que , a veces, parece imposible.Mucho trabajo sí, pero mucha empatía y reconocimiento por parte de quienes tienen esa responsabilidad, es decir, TODOS. A ver si así conseguimos que cada vez haya más finales como el de Tomás y Ángel.
Muchísimas gracias por leer el artículo y por la preciosa reflexión sobre el mismo.
¡Gran artículo! Muy emotivo, de las entradas al blog más bonitas. Gracias Silvia por compartir esta historia con todos nosotros. Leer este tipo de historia nos hace reflexionar y seguramente aprender.
Gracias, Nacho, por tu constante apoyo al blog. Precioso lo que cuenta Silvia y también la manera de hacerlo, desde luego.
Que historia tan bonita ☺️
Sí que lo es. ¡¡Muchas gracias por leerla!!
¡Preciosa e inspiradora historia, querida Silvia!
El valor del esfuerzo, la empatía, la fuerza de voluntad. Gracias por este regalo maravilloso.
¡Un gran abrazo!
Preciosa la historia que nos cuenta Silvia, sí. ¡Estela, anímate a escribir un artículo para «El blog del Nuevo Velázquez»! ¡Fuerte abrazo!
Que historia más bonita y alentadora, que el esfuerzo y la constancia de los alumnos se vea reflejada con buenos profesores que sepan motivar y valorar el esfuerzo
Eso intentamos, Isabel, ¡muchísimas gracias!
Un gran artículo que puede inspirar a otros estudiantes y profesores. Refleja la importancia de la forma de enseñar y cómo puede llegar a influir en la vida de un estudiante.
Ser capaz de transmitir correctamente y con empatía las enseñanzas es fundamental. Si se consigue, se tiene gran parte del trabajo hecho. ¡Un abrazo y gracias, Nuria!
Que sensibilidad, Silvia, como se vive al leer el cuento lo que debe ser la frustración de un niño; lo que a un mayor le puede parecer algo sin importancia y que para un chaval sea un mundo. Y que valor tan grande tienen los profesores que tienen la inteligencia de valorar lo positivo y dar ese empuje tan importante. Con esa «O» ese niño, que ahora se siente apreciado, puede llegar lejos, con toda su capacidad, que es mucha. Enhorabuena Silvia, ¡queremos mas! :). Un abrazo.
¡Gracias, Fuensanta! Es maravilloso lo mucho que está gustando este texto. No nos extraña porque resulta muy sencillo identificar en él cosas que nos resultan muy familiares. Un abrazo muy grande.
Enhorabuena Silvia, preciosa historia y lección para todos, no sé puede describir mejor como funciona el refuerzo positivo para la mejora en las dificultades de aprendizaje.
¡Muchas gracias por tu comentario, maría José! ¡Un fuerte abrazo!
Que nunca se nos olvide esta enseñanza que Silvia nos recuerda con este relato tan sencillo.
Motivar al alumnado es un acto de amor y, la enseñanza es eso, amor, motivación y un mucho de empatía …
Gracias 🙂 💜
Gracias por tus palabras y por seguir «El blog del Nuevo velázquez». Un abrazo.
Precioso Silvia 👏🏻👏🏻👏🏻👌🏻👌🏻😍
Muchas gracias, Marta. Un fuerte abrazo.
Preciosa historia.
El problema es cuando hay falta de motivación y frustración y eso lleva a falta de esfuerzo y a tirar la toalla. Agradezco que estéis tan involucrados y ayudéis a los chicos cuando a diferencia de Tomás, el protagonista de la historia, el alumno pierde la confianza en sí mismo y en los potenciales resultados que podría conseguir con esfuerzo mantenido.
La falta de motivación es uno de los principales problemas de los adolescentes. Es fundamental que las familias y los centros educativos vayan a una para intentar evitarla. ¡Gracias por tu comentario!
Excelente artículo, muy bonita la historia
¡Muchas gracias, Rubén! ¡Un abrazo!